Cartas cruzadas, Ana Alejandre

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lunes, 17 de noviembre de 2014

Brigitte Bardor ( de Antonio Saura)

                    "Brigitte Bardot", de Antonio Saura (1959)
(Óleo sobre lienzo, 251x201 cms) 
Museo de Arte Contemporaneo ,Cuenca

            En este retrato de Brigitte Bardot, Antonio Saura intenta borrar el mito de la Bardot y, para ello, vuelve a los orígenes de la imagen femenina retratada, la que siempre le subyugó y la convirtió casi en el objeto principal de su obra, la diosa madre primigenia, pero vista desde su estilo pictórico peculiar y personalñisimo.
            Después de 1954, y tras pasar una época experimental muy acusada, Saura quiso probar una nueva estructuración de su obra que contuviera la excesiva expansión por el espacio del cuadro y que, de alguna forma, atara y fijara la expresión gestual que tenía tendencia a descontrolarse en su pintura. De esa primera estructura comenzaron a surgir los elementos fisonómicos como son ojos, bocas, nariz, etc., que fueron conformando rostros inquietantes y misteriosos, pero siempre grotescos, que fueron formando el cauce del que surgió la imagen del cuerpo.
            Su falta de formación pictórica académica, determinó que se alejara de los cauces clásicos que buscaban la perfección del cuerpo, de la figura femenina, para buscar la imagen original de la diosa madre que pintaba de forma obsesiva. Frente a la belleza formal y estética de los cánones clásicos, Saura activa un proceso de violencia estética que deforma la imagen, descoyuntando el armazón original, desatando así la pasión creadora que llega, al destruir lo ya existente en la imagen retratada, para llegar hasta la afirmación de la misma en los propios elementos que la forman ya deformados y transformados que construyen una imagen nueva, grotesca, deformante, un tanto siniestra, a lo que coadyuvan los colores negros, grises y marrones que constituyen, desde entonces, su única paleta de pintor.
            Imagen final en la que se manifiestan, sin embargo, los rasgos de la persona retratada y exaltados hasta el paroxismo pero siempre deformante y grotesco, que es lo que define la esencia  personal del sujeto retratado y que brota del claroscuro de la pintura en toda su intensidad expresiva, chirriante como un grito de dolor y furia que surge de la pintura y que en su  nueva y  desestructurada imagen muestran la realidad formal del retratado en su más grotesca definición estética.


Antonio Saura                                                                                                     
Antonio Saura,
                                                                                                     

            Antonio Saura nace en Huesca en 1930 Empieza a pintar y a escribir en Madrid, en 1947, en plena convalecencia de una tuberculosis que le obliga a guardar reposo durante cinco años.
            En su intento de experimentar con las nuevas corrientes pictóricas, defiende la influencia de Arp y Tanguy, aunque ya empieza a mostrar un estilo personal. Realiza numerosos dibujos y pinturas de carácter onírico y surrealista en los que suele representar paisajes imaginarios siempre sobre una materia plana, lisa y rica en color.
             Se traslada a París en 1952 y vuelve a residir en dicha ciudad desde 1954 a 1955. En dicho período conoce a Benjamin Péret y toma contacto regular con el grupo de los surrealistas, aunque pronto se distanciará de dicho grupo al igual que hace el pintor Simon Hantaï con el que mantiene una estrecha amistad.
            Es entonces cuando utiliza la técnica del grattage y se decanta por un estilo gestual y una pintura extremadamente abstracta, colorista, de concepción orgánica y aleatoria. Su pintura va ocupando el espacio del lienzo de múltiples y variadas formas, creando así estructuras formales propias que desarrollará incansablemente.
            En esta época comienza a crear formas que se irán convirtiendo paulatinamente en arquetipos del cuerpo  femenino o de la figura humana, siendo estos dos temas fundamentales  y esenciales  en su obra posterior. A partir de 1956 Saura  comienza a crear sus grandes series, Damas, Desnudos, Autorretratos, Sudarios, Crucifixiones,  obras que pinta tanto sobre lienzo como sobre papel.
            Funda en Madrid el grupo El Paso, en 1957, al que dirigirá hasta su disolución en 1960. En esos  años conoce a Michel Tapié.
            Realiza su primera exposición individual en la galería de Rodolphe Stadler, en París, en la que expondrá de forma constante durante toda su vida artística. Stadler lo presenta a Otto van de Loo, en Múnich, y a Pierre Matisse en Nueva York, quienes también expondrán su obra y lo representarán.
            Es entonces cuando decide que su paleta sólo tenga los colores negros, grises y marrones. Crea y define un estilo propio e independiente de los movimientos y las tendencias de su generación. Su obra  está fuertemente inspirada  por Velázquez y Goya y sus obras se exhiben en los principales museos. Desde 1959 empieza a crear una prolífica obra gráfica. Ilustra de manera original numerosos libros como  son, entre otros títulos, Don Quijote, de Cervantes; 1984, de Orwell; Pinocho en la adaptación de Nöstlinger; Tagebücher, de Kafka; Tres visiones, de Quevedo, y otros muchos.
            Desde 1960 comienza a esculpir y realizar obras hechas con elementos de metal soldado que representan la figura humana, personajes y crucifixiones.
            Se instala definitivamente en París en 1967. Toma parte activa en la oposición a la dictadura franquista y participa en numerosos debates y polémicas sobre temas tan dispares como política, estética y creación artística.
             Sigue experimentando en búsqueda de nuevas formas de expresion artística tanto en temas como en técnicas pictóricas. Además de la serie Mujer-sillón,  crea también las de Retratos imaginarios, El perro de Goya y Retrato imaginario de Goya. En 1971 abandona la pintura sobre lienzo -a la que  volverá en 1979-,para dedicarse de lleno a la escritura, el dibujo y la pintura sobre papel. Empieza a publicar sus escritos en 1977 y realiza varias escenografías para el teatro colaborando con su hermano Carlos, e igualmente para el ballet y la ópera.
            En 1983 crea una importante serie de retratos titulada Dora Maar o Dora Maar visitada. Desde entonces y hasta su prematura muerte, vuelve a retomar y  recrear el conjunto de sus temas y figuras para producir magistralmente, lo que se considera lo mejor de su obra.
            Fallece en Cuenca en 1998.

            

miércoles, 30 de abril de 2014

Retrato de George Dyer en un espejo (Portrait of George Dyer In a Mirror) de Francis Bacon

Ana Alejandre                                                                                                  
Retrato de George Dyer en un espejo (1968), de Francis Bacon

            La obra elegida para ilustrar este comentario está fechada en 1968, y es el retrato de su amante en aquellos años, George Dyer , quien se suicidó con barbitúricos en 1971, después de una tormentosa relación con el artista.
            Esta obra refleja a la perfección el estilo, dentro del expresionismo más radical, de Francis Bacon, que le lleva hasta el extremo de lo grotesco en sus obras, ya que ofrece los elementos que tiene este estilo artístico, pues la deformidad de los rostros hasta límites insospechados que los convierte en un amasijo de carne, en facciones animalescas, además del uso de colores fuertes y oscuros, la violencia que subyace en sus cuadros aunque sean escenas estáticas, como un grito desgarrador que el espectador advierte al mirar sus obras en las que siempre intenta mostrar la vulnerabilidad del ser humano, la violencia y la crueldad.
            En este retrato como en otros de este artista, se aprecia el uso del color sobre la línea del dibujo, ya que con el color se puede expresar mejor los sentimientos, por fugaces que éstos sean. En esta obra se aprecia un contraste entre colores cálidos y fríos, por lo que el fondo está pintado con un color azul pálido que es frío, pero el punto central de la obra está iluminado con una luz que proviene de arriba que ilumina el espacio en el que sitúa la figura humana y que casi convierte el color azul pálido del fondo en blanco, a la vez que dibuja una línea curva que circunda el extraño objeto helicoidal en el que está el espejo al lado del asiento, a modo de taburete, en el que se sienta la figura retratada.
            Esta técnica de delimitar la zona donde sitúa al personaje a retratar con una línea, unido a la vista cónica del cilindro que forma el suelo que es la base del cuadro está indudablemente influenciada por Giacometti, en especial por sus esculturas.
            También es de destacar que la imagen reflejada en el espejo, aunque dividida en dos partes, es más humana, más reconocible que el rostro que se refleja en el espejo. Quizás, en una alusión de que la imagen que el propio hombre retratado tenía de sí mismo y ve en el espejo, difiere de la verdadera imagen que ofrece a los demás y esa escisión en dos ¿será alusión a que tenía dos rostros, dos identidades, una pública y otra privada, que unidas formaban la imagen real de la personalidad del retratado? Esto parece indicar la imagen del rostro escindido.
            También se advierte el contraste entre el color claro del fondo del cuadro con el color oscuro del suelo, lo que provoca una perspectiva de dimensión espacial y profundidad, ya que lo más cercano al espectador es el suelo, color que se va degradando hasta el fondo en el que se ve como azul claro, lo cual es lo contrario a lo que suele hacerse en pintura, ya que el color claro se pone delante y el oscuro detrás.
            Prefería pintar retratos porque a través de ellos intentaba plasmar su concepto de ética artística, por lo que decía: “el arte más grande te devuelve siempre la vulnerabilidad de la situación humana”, y por ello es el ser humano retratado la mejor forma de expresión de este concepto, pues a través de su pintura intenta reflejar todo el horror, la crueldad, la violencia en la que está sumido el hombre en cualquier época y lugar, porque esa misma crueldad, como fuerza terrible y oscura, está permanentemente inscrita en la naturaleza humana. Al llevar su deformaciones pictóricas hasta el máximo límite, entra con fuerza en la retina del espectador que ve horrorizado en aquel amasijo de carne, de facciones descompuestas, irreconocibles, de rostros retorcidos o fraccionados, la verdadera situación de dolor del hombre, de su fragilidad siempre víctima de la crueldad ajena.
            Esta obra está realizada en óleo sobre lienzo, con un tamaño de 198 x 147 cms., y se encuentra expuesta en el Museo thyssen-Bornemisza, Madrid.
                                          
   
¿Quién era Francis Bacon? 
    
Francis Bacon, pintor
 Nació el 28 de octubre de 1909 en Dublín (Irlanda), hijo de padres ingleses. Fue testigo en su tierra natal de hechos violentos entre el Sinn Fein y los soldados británicos, que combatían los deseos independentistas de Irlanda protagonizados por dicho movimiento separatista. Llegó a presenciar  escenas tan violentas como ver cadáveres colgados de las ventanas. También en esos años tuvo sus primeras experiencias sexuales con los trabajadores de su padre, como eran los mozos de cuadra, con los que se inició en las prácticas masoquistas cuando lo sodomizaban entre latigazos, lo que hizo aumentar su adicción a dicha parafilia.
             Cuando fue descubierto por su padre y mostraba ya un carácter afeminado, se trasladó a Londres en 1925, ciudad en la que se prostituía y protagonizaba fugas de las numerosas pensiones en las que se hospedaba Fue testigo en su tierra natal de hechos violentos entre el Sinn Fein y los soldados británicos, que combatían los deseos independentistas de Irlanda protagonizados por dicho movimiento separatista.
               Estuvo durante algún tiempo en París y Berlín, entre  los años 1927  y 1928, donde trabajó como decorador y comenzó a dibujar y pintar acuarelas, especialmente impresionado  por la exposición de Pablo Picasso que visitó en Paris.         
            De regreso a Londres, en 1929, comenzó a pintar al óleo como autodidacta sin éxito alguno, por lo que en 1944 destruyó todas sus obras que había creado hasta entonces. Fue su tríptico Tres estudios de figuras junto a una crucifixión (1944), la que inauguró su nuevo estilo pictórico desde fundamentos completamente novedosos.
            El Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York adquirió una obra suya y al año siguiente, en 1949, cuando realizó su primera obra inspirada en el cuadro de Velázquez, Inocencio X, inició una serie de exposiciones individuales que consolidaron su nombre. Hoy se conservan más de 40 retratos de esos "Papas", aunque Bacon confesó que nunca quiso ver los cuadros originales y trabajaba sobre ellos a través de fotografías.
            Además de la influencia de Picasso que ya se ha mencionado, otro artista como Munz y su famosa obra "El grito", le sirvió de inspiración para obras posteriores, ya que esta obra le recordaba toda la violencia que había presenciado en su tierra natal y esa sensación de angustia por la barbarie humana se agudizó con el inicio de la II Guerra Mundial, lo que le inspiró retratar a Hitler, Mussolini y Pío XII como líderes vociferantes, como auténticos culpables, desde su visión de amargura y denuncia, del horror que se había desatado en el mundo y cuyas manifestaciones se ponían en evidencia  en los campos de concentración, el exterminio de millones de seres humano, la desolación, el terror y la muerte.
            A partir de 1960 se centra en los retratos de personas reales, y en esos años conoce a George Dyer y comienza la relación con éste hombre de familia de rateros que había pasado su vida entre reformatorios y cárceles y que se convierte en su principal modelo y amante. Con él, Bacon comienza una etapa de estabilidad emocional y madurez creativa, decantándose por una pintura menos violenta y agresiva, dentro de lo posible en este artista tan singular, y mantiene un plan de vida de derroche continuo, pues afirmaba que "las riquezas son para gastarlas", lo que le obligaba a hacer unas obras más moderadas que tuvieran una mejor posibilidad de venta, además de ser un artista ya reconocido que había expuesto dos veces en la National Gallery de Londres y en el MOMA de Nueva York. De esta época es el cuadro que sirve del que se habla en este artículo.
            Esta época de bonanza sentimental y artística, lejos ya los ecos de la guerra y viviendo una paz que tenía como fin el reconstruir todo lo destruido por la guerra que asoló el mundo, acabó con la trágica muerte por suicidio de su amante que le marcó hasta el propio fallecimiento del pintor.
            A partir de ese momento su pintura recoge ya la melancolía y tristeza por la pérdida sufrida y la soledad en la que sumió hasta que comenzó una nueva relación con el que sería su siguiente amante, John Edwards, que le inspiró nuevos trípticos y que fue su heredero a la muerte de Bacon, aunque falleció en 2003 en Thailandia, donde su había trasladado con su nuevo amante, huyendo de la expectación creada por su condición de único heredero del famoso artista.
            En toda la obra de Bacon se encuentra en forma plástica su idea de que el hombre tenía que reconstruirse a sí mismo. Afirmaba que la imagen plasmada debía deformarse para poder hacer efecto en el sistema nervioso y el ánimo del espectador. Parecía que intentaba revivir a través de sus obras experiencias concretas y poder así sentir las mismas emociones que en su día vivió. Aunque también trataba de reinventar la tradición distorsionándola. Por ello, afirmaba que de la nada no puede salir nada, refiriéndose al arte abstracto, que fantaseaba con la nada. Era necesario la imagen original distorsionada para que el espectador sintiera un fuerte impacto emocional.
            Su obra, por tanto, se ve influenciada por un marcado expresionismo y simbolismo de terror y rabia, influido seguramente por sus primeras experiencias sexuales que le marcaron definitivamente, además de la atmósfera de violencia que vivió durante su estancia en Irlanda, a la que agudizaron los horrores de la II Guerra Mundial.
            Su obra, por ser la de un autodidacta, tiene una originalidad exultante. Sus influencias, según el mismo artista reconocía, fueron Velázquez, Goya, Picaso y Giacometti.
            A Bacon se le puede considerar el artista más importante de ese movimiento artístico nacido en los años 70 llamado como "Nueva figuración" que encuadraba a artistas de muy diversas tendencias, todos ellos que representan el subjetivismo y la representación figurativa y que dio paso al arte pop.
            Bacon falleció en Madrid, el 28 de octubre de 1992, cuando visitó la capital española con motivo de una exposición.
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