Cartas cruzadas, Ana Alejandre

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domingo, 30 de septiembre de 2007

Retratos ejemplares





Retratos ejemplares


(ejemplos para no seguir)

El/la caradura


No existe mayor placer que ser tratado como un idiota por un imbécil (Oscar Wilde)

Este tipo tan extendido entre los españoles y, con independencia del lugar de nacimiento, lengua natal y región cultural a la que pertenezca, presenta unas características comunes que son fácilmente identificables por todos, ya que si tienen algo en común los caraduras de esta tierra de pícaros, héroes y truhanes que es España, es que el comportamiento es siempre similar en todos los miembros de este selecto club de cantamañanas aprovechados, sin tener en cuenta el sexo, edad, o condición social del sujeto que ostenta el discutible honor de pertenecer al mismo.

Para una mayor claridad, se exponen en forma de una relación, siempre abierta a aumentar en su enumeración, porque su comportamiento típico se ajustan a estas conductas tipos, en forma de tics adquiridos que siguen al pie de la letra y sin excepción porque son una mera relación de las muchas y variadas artimañas que usan con el único fin de abusar de los supuestos incautos que encuentran a su paso, sobre todo si con éstos mantienen una relación familiar o de amistad y, por ello, basada en la confianza:

  • Cuando asiste a una reunión casi nunca habla porque está demasiado ocupado en comer y beber mientras los demás charlan, o su atención la dedica exclusivamente a las parejas de los otros asistentes que sean también un "bocado delicioso" y para ello inicia una conversación del tema que interese o apasione al acompañante de la codiciada presa y después de embarcar a todos en ella se desentiende de la apasionada charla para dedicarse a menesteres más agradables con la pareja ajena que es su verdadero foco de atención

  • Siempre alega no llevar dinero a la hora de pagar la consumición, la gasolina, las entradas a espectáculos, la compra en el supermercado, etc, porque se le ha olvidado la cartera en casa, se la han robado o se le ha caído del bolsillo, procurando evitar utilizar dicha táctica ante una víctima ocasional que conozca a los “primos” anteriores y puedan avisarse mutuamente de las argucias que utiliza, porque el arma de todo caradura es la impunidad que da el desconocimiento por parte de la víctima de quién tiene al lado y de su potencial peligro...
  • Padece de amnesia recurrente: siempre se le olvidan los cumpleaños, onomásticas, aniversarios, etc.. de familiares y amigos, pero sólo cuando esté invitado a dicha celebración, por lo que llega con cualquier excusa por no llevar el regalo correspondiente (ignorancia de que era ese día el cumpleaños o el aniversario de bodas, olvido del obsequio en casa, en el coche, o porque está encargado y no lo han recibido aún , etc.), pero eso sí, nunca se le olvida asistir a la fiesta, aunque sea por casualidad y porque pasaba por allí.
  • Suele preguntarles a los novios, o a sus familias, que le invitan a su boda que les diga qué es lo que desean de regalo antes de comprarlo y después ya no vuelve a preocuparse más del asunto; pero procura ir a la celebración con varios acompañantes, no invitados por cierto, sin haber hecho ningún obsequio con la disculpa de que “los contrayentes aún no le han dicho qué quieren de regalo y está a la espera de que se lo digan”.
  • Tampoco es extraño que en un funeral llegue a enviar una corona al fallecido y la encargue a nombre de la familia de éste para que les llegue la factura, pero poniendo en la blonda su nombre como remitente, porque ya que el muerto es de otros, también el gasto les corresponde a ellos.
  • Suele tener un interés súbito en visitar a un pariente lejano con el que nunca ha mantenido relaciones cuando va a la ciudad donde reside éste y comenta que tiene que buscar hotel para hospedarse esa noche. La noche se convierte en varios días de estancia en casa del pariente que no sabe cómo quitárselo de encima y se pregunta por qué demonios cayó en la trampa de invitarlo a pasar una sola noche que se ha convertido en muchas y sin señales evidentes de indicar una fecha de ida por parte del invitado gorrón.
  • Cuando un familiar o amigo que vive en otra localidad y en cuya casa el caradura ha disfrutado de su hospitalidad y pasado muchas vacaciones, le avisa de que va ir a la ciudad donde reside el sujeto en cuestión, éste responde con tono de un sincero pesar de que lamenta no haberlo sabido antes porque tiene que hacer un viaje justo en los días en los que le anuncian la llegada por motivos inexcusables (asistir a una boda, un funeral, motivos laborales, etc.) o, en el caso de que esa disculpa ya la haya utilizado en otras ocasiones con la misma persona, responderá que estará encantado de recibirlo aunque tiene una pierna escayolada, o padece de una extraña enfermedad vírica desde hace unos días por lo que está guardando cama, o bien, que se ha comprado un perro dóberman y así tendrá con quien dejar al animalito cuando se vaya a trabajar. Naturalmente, el o los familiares y amigos le dirán que ya lo verán en otros momentos en un viaje posterior, agradeciéndole la invitación que el caradura les insiste en que acepten, para no perder nunca la posibilidad de sí ir como invitado por enésima vez a la casa de dichos "primos", aunque sean hermanos o amigos.
  • Cuando es invitado en casa de familiares y amigos y por el solo hecho de serlo, se abstiene de hacer ningún gasto y, mucho menos, de ayudar en los quehaceres, por confianza que tenga con sus anfitriones. Sin embargo, cuando son otros lo que van a su casa, sí que procura que le acompañen a realizar la compra y que paguen sus invitados lo que se comen y lo que comen los dueños de la casa y que ayuden en los quehaceres domésticos, sin dejarles más opción.
  • Observa las costumbre y horario de los demás y, “por casualidad”, se encuentra en el ascensor con ese vecino, o compañero de trabajo, que hace el mismo recorrido diariamente de ida o de vuelta al trabajo que el suyo, y al que le comenta que tiene el coche en el taller por no sabe qué avería y le han dicho que es cosa de una semana, al menos. La semana se convierte en indefinida porque las complicaciones en la reparación se van acumulando hasta que la paciencia del “taxista” ocasional se acaba y también asegura, utilizando las mismas armas que el aprovechado, que tiene que llevar el coche al taller de inmediato.
  • Siempre le falta tabaco porque se le ha acabado en el mismo instante que ve a alguien a su alrededor sacar un cigarrillo y, para demostrarlo, enseña el paquete vacío (el mismo que lleva durante meses en el bolsillo como excusa para fumar gratis). Procura no repetir varias veces con el mismo “primo” para que no se le acabe el chollo por la insistencia en utilizar el mismo truco...

  • También, si el caradura es fumador y se acaban los cigarrillos cuando tiene invitados en casa, suele sugerirle a alguno de ellos también fumador que baje al estanco mientras él prepara las bebidas, utilizando al invitado de botones y, de paso y más importante, de pagano del tabaco.
  • Cuando le gusta la novia o esposa (o novio o marido, sirva para ambos sexos) del prójimo y tiene trato con ella, le suele hacer comentarios del tipo de “¡Oye, qué guapa es tu cuñada1”, refiriéndose una supuesta acompañante del novio/marido con la que lo ha visto varias veces, al parecer. Naturalmente, el mosqueo de la novia/o o esposa/o es mayúsculo, sobre todo si la/el cuñada/o no existe o, en caso de que la haya, es poco favorecida/o y, si existe y es atractiva/o, más aún, por eso de las comparaciones. Será la/el otra/o, novia/o o mujer/marido, quien tendrá que demostrar su inocencia y mientras él caradura pide disculpas por haber” metido la pata”, según afirma, tanto si se ha confundido como si no, agrega para evitar problemas mayores. Eso le sirve como excusa de acercamiento a la/el novia/o o esposa/marido mosqueada a quien trata de “consolar” por haber dicho algo que, suponiendo que sea verdad, le ha creado problemas en su relación de pareja, convirtiéndose así en confidente de quien le gustaría poder tener un mayor acercamiento íntimo.
  • Si trabaja en una oficina, etc., siempre será a su compañero al que se le sequen los bolígrafos, se le estropee la grapadora o se le acabe el papel de la impresora. Naturalmente, siempre estará dispuesto a prestarle al otro parte del botín que le ha quitado anteriormente y de forma taimada, en un gesto amable de compañerismo y hasta que el compañero desplumado vaya a por más material de oficina...

  • Suele pedir prestado de todo: ropa, libros, DVD, maletas y, sobre todo dinero. En estos casos, siempre tiene mala memoria para recordar que debe devolver lo prestado; pero, curiosamente, nunca se le olvida pedirlo. Cuando se lo reclaman, su respuesta es siempre la misma y la da con cara de sorpresa: “¿Pero por qué no me lo has recordado antes.
  • En el caso anterior, si a quien le pide algo prestado le dice que, por el motivo que sea, no se lo puede prestar, no dice nada pero, de forma accidental, casual o por error, el objeto solicitado a préstamo desaparece del hogar, el coche, la oficina, etc. de su propietario y más tarde el caradura lo devuelve, después de haberlo usado, si es que lo hace, con la disculpa de que se lo encontró milagrosamente en la maleta, el bolso, en su casa, etc, sin saber cómo había llegado hasta allí y que creía que su dueño lo había colocado en tal lugar o se lo había dejado olvidado, según convenga al caso.
  • Saca partido de todas las situaciones cotidianas: finge una cojera inexistente y muy acusada al subir a un medio de transporte abarrotado para que le dejen un asiento; simula un mareo en la cola del supermercado para que le cobren antes que los demás y saltarse su turno; saca un pañuelo por la ventanilla fingiendo una urgencia para que los demás vehículos le dejen paso, y un largo etc.
  • Por ello, si en una reunión ve que los demás se divierten, charlan, ríen y no puede participar en la conversación por falta de conocimientos, interés o habilidades sociales, intenta llamar la atención diciendo que se siente mal, que está mareado, le duele la cabeza o el estómago (sobre todo si ha comido en casa ajena para intentar culpabilizar a los anfitriones de su malestar y ser así receptor de todo tipo de atenciones y desvirtuar la reunión). Si la caradura es mujer, entonces este truco lo utiliza cuando ve que alguien es el centro de atención, es decir otra mujer, y quiere romper el climax y atraer la atención hacia sí misma.
  • Le gusta jugar al escondite, sobre todo cuando ha cometido una grosería de no asistir a una celebración a la que estaba invitado, para que los familiares y amigos se preocupen de que le ha sucedido algo y lo llamen insistentemente por teléfono, le envíen mensajes, vayan a su domicilio y un largo etcétera, y a cuyas llamadas, mensajes, visitas y demás no suele responder en un largo plazo de días, semanas y, en algunos casos, de meses, para convertirse así en el centro de atención, sobre todo cuando el protagonismo de un evento familiar: boda, aniversario o celebración de algún éxito lo está celebrando algún miembro de su círculo familiar o amistoso, para así intentar restarle protagonismo, fastidiarle dicha celebración, porque no puede impedir que se lleve a cabo, y convertirse así, con su ausencia inmotivada y silenciosa, en el centro de atención de todos. Naturalmente, eso sólo lo consigue, y a medias, una o dos veces, porque a partir de entonces los demás familiares y amigos dan la callada por respuesta y lo mandan en silencio a hacer gárgaras, sin preocuparse más del caradura aguafiestas, envidioso y trapacero.
  • Por eso de la mala memoria que tiene, pero sólo para lo que le interesa, no suele corresponder a las atenciones recibidas: invitaciones, regalos, visitas, etc., porque eso sería como demostrar agradecimiento que el caradura, por su propia idiosincrasia, no puede realizar por ser contraria a su propia naturaleza y, por ello, si recibe un regalo que le envían desde la distancia no suele responder agradeciéndolo y acusando recibo, sino que quien lo envía tiene que preguntar, pasados unos días y extrañado por el silencio, si lo ha recibido o ha habido algún problema en la entrega y se queda estupefacto cuando le afirman que llegó perfectamente, sin que oiga en ningún momento las gracias, aunque sí tiene que oir algún tipo de comentarios negativos del estilo: “las rosas venían embaladas en una caja de embalaje que parecía una caja de muerto”; o bien “los bombones estaban casi derretidos”; o “la cesta de frutas estaba bien, pero la fruta venía demasiado madura”. Naturalmente, ante esas lindezas, el caradura no vuelve a recibir nada más que la indiferencia de quien se cansa de tener amabilidades con quien sólo es un simple gorrón aprovechado.
  • Naturalmente, como el caradura tiene un concepto utilitarista de las personas y las utiliza sólo para sus propio provecho, suele terminar no recibiendo llamadas, invitaciones, regalos, felicitaciones y demás gestos de afecto y/o amistad, sino que lo que recibe es la indiferencia más absoluta, el silencio más tenaz y, cuando intenta buscar a los demás como siempre y sólo a la hora de los problemas, es cuando empieza a darse cuenta de que recibe lo que ha sembrado, que es como decir la frialdad y el repudio de quienes, familiares y amigos, tienen un concepto de las relaciones humanas bilaterales en las que ambas partes tienen que poner interés, atención, afecto y sinceridad y no sólo por una de ellas, mientras la otra espera con gesto de desprecio (el mismo que suele sentir el caradura hacia sí mismo y que proyecta en los otros) y sonrisa cínica, a que los demás le hagan partícipe de unas atenciones que no merece y una paciencia que, antes o después, se acaba. Es ese el momento en el que se da cuenta de que los afectos desaparecen, los amigos se alejan y los parientes miran para otro lado, hartos ya de aguantar desplantes, ingratitudes y abusos de confianza y de la paciencia ajena.
  • El caradura nunca se arrepiente de su comportamiento, sino lo único que lamenta es no poder colocarles a los demás que lo rodean un chip que respondiera a sus órdenes, sus deseos y sus caprichos y mientras tanto que le dejen tranquilo y sin molestarle, porque este tipo de sujetos no ve a los demás como personas, sino como objetos que están ahí a su servicio en todo momento. Sin embargo, como no es posible tal manipulación total de los demás, para disgusto de este espécimen de aprovechado ególatra, llega el día en que los otros ya no responden a sus necesidades, a sus peticiones ni a sus deseos. Es en ese momento, cuando el caradura y sus afines se dan cuenta de que los demás los han mandado a paseo sin decirles nada y con la sonrisa escéptica de quien los conocer demasiado y sabe que la naturaleza aprovechada del caradura no cambia, sólo transforma sus tácticas en otras diferentes, aunque ninguna ya le sirva para nada más que para hacer el más absoluto de los ridículos y quedar, como se dice en el lenguaje coloquial, “con el culo al aire” en el que los demás, hartos ya, le dan un cariñoso puntapié de despedida aunque sólo sea con el silencio y la lejanía, recordándole una frase que este tipo de personas repiten siempre:·a mí el que me busca me encuentra", pero eso sí que busque. que busque bien, porque los ·"primos"· cuando juegan al escondite suelen saberse ya las reglas del juego que inició el caradura y seguro que ya no buscan más ni al caradura ni a sus adláteres, porque si algo buscan es la puerta de salida de donde esté aquel y al que se han encontrado por casualidad. Y es que a su lado todos sienten vergüenza de su comportamiento, menos el susodicho que parece estar inmune a todo, menos de intentar aprovecharse del prójimo sin el menor pudor, sin el menor escrúpulo, de ahí el calificativo de caradura que es lo mismo que decir que está pidiendo a gritos que le partan la cara y, seguro, que a más de uno le sobran las ganas, los motivos y hasta la decencia.

    Ana Alejandre

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